Viajar es una de las experiencias más enriquecedoras que existen: te permite descubrir nuevos lugares con nuevos estímulos, nuevos relatos y  nuevas personas. Pero en este artículo no realizaremos esa clase de viaje convencional, sino un viaje en el tiempo. Concretamente al pasado, a la primera mitad del siglo XIX en España. Como explica el historiador catalán Xavier Carmaniu i Mainadé, en aquella época el país se encontraba muy atrasado industrialmente respecto a sus vecinos europeos y no contaba con el potencial económico suficiente como para diseñar y construir la red ferroviaria que necesitaba para avanzar socioeconómicamente. Hasta que entró en escena el empresario y diputado en las Cortes, José de Salamanca: su designación como ministro de Hacienda daría origen a la famosísima estación de Atocha. Pero no sin controversia.

Unos orígenes polémicos

José de Salamanca, cuenta el propio Carmaniu i Mainadé, hizo fortuna como productor monopólico de sal en el país y como especulador en la bolsa. El problema, sin embargo, tuvo lugar en 1845, cuando aprovechó su cargo como ministro de Hacienda para autoadjudicarse la obra de desarrollo que más tarde sería la estación de Atocha. Aunque su músculo financiero le permitía hacerse cargo y finalizar la misma (algo que muy pocas otras personas en el país podían), el método fue totalmente antidemocrático y el político tuvo que marcharse a Francia durante un tiempo hasta que se calmaran las aguas. Una vez todo pareció calmarse y con la ayuda de aristócratas como María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, consiguió inaugurar la estación el 9 de febrero de 1851 con la línea Madrid-Zaragoza-Alicante.

El incendio de 1864

Apenas una década después de su creación, la que había sido la primera estación de la capital se enfrentó a dos problemáticas diferentes: una mayor competencia por parte de otras compañías ferroviarias que dieron lugar a otras estaciones alrededor de la ciudad, y un incendio en el año 1864 que destruyó buena parte de su estructura. En 1888, y con la intención de que la estación recuperara su hegemonía, comenzaron las obras de rehabilitación y expansión a cargo del arquitecto español Alberto de Palacio, colaborador del célebre arquitecto Gustave Eiffel. Solo cuatro años después, el 8 de diciembre de 1892, se inauguró la nueva estación con una enorme nave cubierta de hierro. También cambió su nombre: pasó a llamarse oficialmente la estación de Mediodía, aunque los madrileños seguían llamándola estación del Sur.

Conexión con la estación de Chamartín

Los años posteriores a 1892 trajeron nuevas líneas y nuevos trayectos de la mano de la compañía MZA, responsable desde el principio de la explotación de la estación. Pero la verdadera revolución llegaría en el año 1967 con la conexión de la estación de Atocha con una nueva estación situada en Chamartín mediante un túnel paralelo al paseo de la Castellana. Esto desembocó en una comunicación ferroviaria norte-sur mucho más fluida y en un auge en uso de la red por parte de la población. Tanto es así que algunas de las otras estaciones de la época que permanecían activas fueron perdiendo protagonismo paulatinamente hasta desaparecer. En las décadas posteriores, el volumen de pasajeros y el número de líneas continuó aumentando. Hasta que en el año 1985 la estación cambió definitivamente.

Reformas de 1985 y construcción del AVE

La estación de Atocha se sometió a una reforma entre los años 1985 y 1992 con el objetivo de ampliar sus dimensiones y sus servicios. Entre otras cosas, tuvo lugar en ella el desarrollo de la primera línea de AVE, concretamente entre Madrid y Sevilla y bajo la dirección del arquitecto Rafael Moreno. Además, la estación se dividió en la estación Puerta de Atocha, destinada a la mayoría de trenes de larga distancia y a los trenes de alta velocidad, y la estación de Atocha-Cercanías, destinada a los trenes Cercanías, los trenes de Media Distancia y algunos trenes de larga distancia específicos. También en aquella época se creó el vestíbulo-jardín que preside el centro de la nave principal de la estación y que convierten a Atocha en una de las estaciones más bonitas de Europa. Una obra arquitectónica con mucha historia.

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Y ahora que hemos hecho un viaje a los orígenes de la estación más famosa y transitada de nuestros país, solo queda hacer una parada en el camino y disfrutar de su oferta gastronómica de la mano de Areas.

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